Hay heridas que duelen mucho… Y otras que se esconden detrás de frases como “estoy bien”, “ya lo superé” o “no fue para tanto”.
Es cierto que cuando hablamos de trauma solemos pensar en situaciones extremas. Pero la verdad es que existen diferentes tipos de trauma, y no todos dejan cicatrices visibles.
Algunos llegan de golpe y otros se van instalando poco a poco, sin hacer ruido. Lo único que sabemos es que algo dentro de nosotros se desajustó. Y desde entonces vivimos alerta. O en huída. O en silencio.
Comprender los distintos tipos de trauma puede ayudarte a poner nombre a lo que sientes. Y, sobre todo, a dejar de culparte por sentirte así.
Principales tipos de traumas
Aunque cada historia es única, en psicología solemos agrupar los traumas en algunas categorías. No es con la intención de etiquetar, sino de entender mejor lo que te pasa.
Trauma Agudo
Es el resultado de un único evento impactante e inesperado. La persona sabe exactamente qué evento causó el impacto.
Ejemplos de este tipo de trauma podrían ser:
- Un accidente de coche. Fue un suceso único y aterrador que puede dejar marca emocional.
- Un desastre natural (terremotos o inundaciones, por ejemplo).
- Una agresión física o sexual.
- La muerte repentina de un ser querido.
- Presenciar un accidente grave.
El impacto es intenso y repentino pero está limitado a un solo suceso.
El cuerpo se activa de golpe. La mente no alcanza a procesar lo que ocurre.
En este tipo de trauma, a veces las repercusiones psicológicas son inmediatas; pero en otras es como si se quedase dormido… hasta que algún suceso posterior lo despierta mucho después.
Trauma Crónico
Este aparece cuando la persona no recibe un solo «golpe», sino muchos golpes repetidos a lo largo del tiempo. Puede que ninguno de estos impactos sea tan devastador como el del trauma agudo por sí solo, pero su constancia va debilitando a la persona hasta que llega a quebrarse.
Ejemplos de este tipo de trauma:
- Vivir en una situación de violencia doméstica.
- Sufrir acoso escolar durante años.
- Estar en una zona de guerra.
- Formar parte de un colectivo en riesgo o vulnerable.
- Abandono o negligencia emocional continua durante la infancia.
La clave es la repetición y la prolongación de la situación dañina. La persona vive en un estado de alerta constante porque el peligro no cesa.
Trauma Complejo
Hablamos de múltiples golpes, de diferentes tipos y perpetrados por nuestras figuras de referencia en la infancia.
Ocurre cuando una persona, especialmente durante su infancia, sufre múltiples y variados tipos de traumas (agudos y crónicos) a manos de las personas que deberían haberla cuidado y protegido.
El trauma complejo afecta profundamente la identidad de la persona, sus relaciones y su visión del mundo.
Características clave:
- Ocurre en la infancia y/o adolescencia, en pleno desarrollo del cerebro (en el primer caso) y de la personalidad (en ambos).
- El daño lo causan los cuidadores, generando una profunda confusión que puede llegar a sentimientos de inadecuación y hasta asco de uno/a mismo/a.
- Es variado y múltiple: puede incluir abuso emocional, físico, sexual y negligencia.
- Impacta directamente en el desarrollo: afecta la autoestima, la capacidad de confiar en los demás, la regulación de las emociones y la percepción de uno/a mismo/a.

¿Y el trauma de apego?
El trauma de apego es el tipo que más acompaño en mi consulta. Y, quizás por eso, es el que más me conmueve.
Abordar el trauma de apego es como acercarse a las raíces más tiernas y profundas de la persona… eso hay que hacerlo con cuidado y cariño.
Suele generarse en la infancia cuando las personas que debían ser nuestra fuente de seguridad, protección y cuidado (padres y/o cuidadores) fueron, por el contrario, fuente de miedo, imprevisibilidad y dolor.
No tiene por qué haber un abuso evidente, es posible que sea más sutil:
- Padres o madres emocionalmente ausentes.
- Cuidadores que no sabían cómo calmar al niño/a o que se hiper activaban ante los llantos o rabietas de los pequeños.
- Un ambiente caótico o impredecible.
- Falta de contacto físico (o visual), miradas cariñosas o palabras de consuelo.
Para un bebé o niño pequeño esto puede resultar muy confuso y aterrador: «Aquellos que necesito para sobrevivir, son a la vez fuente de mi miedo e incluso dolor. No hay un lugar seguro para mí».
Esa forma de sobrevivir se queda con nosotros. No se guarda en la mente como un recuerdo claro, sino que queda impactado en nuestro sistema nervioso.
¿Cómo se manifiesta el trauma de apego en el presente?
Sobre todo en la relación con los demás, porque este tipo de trauma se generó dentro de una relación que no fue de seguridad (por lo motivos ya explicados).
- Una ambivalencia muy dolorosa entre acercarte y alejarte a los demás. Puedes tener grandes deseos de conexión, pero cuando alguien se acerca, se generan en ti impulsos muy poderosos de alejamiento. O cuando estás en relación, te aferras mucho a esa persona y se genera en ti un pánico terrible a que te abandonen.
- Dificultad extrema para confiar en los demás, buscando señales de que el otro te va a fallar o de que tienes que estar siempre en guardia.
- Complacer a los demás de forma compulsiva. Ten en cuenta de que aprendiste a adaptarte a las necesidades y estados de ánimo de tus cuidadores.
- Elegir parejas que recrean el estilo de relación traumática que tuviste con tus cuidadores. Aunque suene macabro, tiene mucho sentido, tu sistema busca lo que es conocido o familiar dar coherencia a tus vivencias actuales.

En la relación contigo mismo/a:
- Puede existir un crítico interno muy duro o ruidoso. Puede tener que ver con la forma cómo te criticaban cuando eras pequeño/a o puede que lo hayas creado tú para alejarte de estados internos de vulnerabilidad (que puedes considerar como peligrosos).
- Sentimientos de vergüenza o de estar «roto/a». Puedes sentir una vergüenza profunda por ser quien eres (un rechazo pleno a toda tu persona).
- Dificultad para cuidarte. El autocuidado es una acción aprendida a partir del modelado de cómo nos cuidaban nuestros padres de pequeños. Si no has tenido de eso, es normal que no hayas aprendido a cuidarte como necesitas.
En tu mundo emocional y corporal:
- Emociones que se desbordan o que no sientes en absoluto. Puedes sentir rabia o tristeza con mucha intensidad o sentirte desconectado o anestesiado. Esta es la forma como tu sistema nervioso trata de protegerte para que no sientas el dolor original.
- Estado de alerta e hipervigilancia constante. Ten en cuenta que la forma cómo se relacionaron tus cuidadores contigo generó en ti un estado de supervivencia que dura hasta ahora (por eso se considera que esto es trauma).
- Desconexión con tu propio cuerpo.
- Síntomas físicos sin explicación médica clara. En muchos casos, dolores crónicos e intensos, fatiga crónica, fibromialgia, trastornos digestivos, etc. pueden deberse a un sistema nervioso crónicamente desregulado.
Conclusiones
Al contrario de lo que quizás estés pensando, trabajar el trauma de apego (u otros tipos de trauma) no es remover el pasado, sino cuidarlo. Consiste en mirar con respeto todo lo que tuvimos que hacer para darle coherencia a que vivimos en la infancia.
También consiste en entender profundamente cómo eso está afectando a tu presente… Y a partir de ahí empezar a construir una mejor forma de relacionarte con los demás, para que esas relaciones, en lugar de activar el trauma, sean plenas y satisfactorias.
Reconocerse en estas descripciones puede ser doloroso, pero también pueden generar algo de alivio: dan voz a algo que has sentido toda tu vida. Espero que también te ayuden a entender que no hay nada malo en ti. Son las cicatrices de heridas que no tendrías que haber sufrido cuando eras pequeño/a y vulnerable (pero pese a esas heridas has conseguido llegar hasta aquí).
¿Intuyes que el trauma de apego forma parte de ti y de tu manera de relacionarte con los demás? Estoy aquí. Cuenta conmigo para empezar a trabajarlo, a comprenderte y a mejorar tus relaciones.