Tu pareja te dice que necesita una tarde para él/ella. O tarda un poco más de lo habitual en contestar un mensaje. O simplemente le notas un poco más callado/a de lo normal.
Para la cabeza de muchas personas, esto no significa nada. Pero para ti, es una catástrofe.
No es una simple «preocupación». Es un puñetazo en el estómago. Sientes cómo un nudo te aprieta la garganta, tu corazón se dispara y una ola de pánico te recorre el cuerpo. Tu mente empieza a fabricar mil historias: «Se ha cansado de mí», «He hecho algo mal», «Me va a dejar».
Y aunque una pequeña voz lógica te dice «estás exagerando», tu cuerpo está gritando: ¡PELIGRO!
Si esto te suena familiar, no estás «loco/a» ni eres «demasiado intenso/a». Estás experimentando la respuesta física y visceral del miedo al abandono dentro de tu relación de pareja. Y la raíz de ese pánico no está (solo) en tus pensamientos. Está grabada en tu cuerpo.
¿Por qué mi cuerpo reacciona con tanto pánico?
Imagina que tu cuerpo es un sistema de alarma increíblemente sofisticado. Cuando éramos bebés o niños pequeños, nuestra supervivencia dependía literalmente de que nuestros cuidadores estuvieran cerca y conectados con nosotros.
Si en nuestra infancia temprana nuestros cuidadores se mostraron ausentes o distantes, es probable que asociáramos esa “lejanía” con un peligro real o un miedo muy intenso a no poder sobrevivir.
Esto es la esencia del trauma de apego.
Ahora, como adultos, tu «cerebro lógico» sabe que si tu pareja se va a cenar con sus amigos, no estás en peligro de muerte. A pesar de este razonamiento, dentro de nosotros empieza a crecer un miedo intenso a que nuestra pareja nos abandone, provocando una reacción desbocada de nuestro sistema nervioso.
En cuanto detecta una señal de «lejanía», hace sonar la alarma con la misma intensidad que cuando tenías 3 años. Tu cuerpo no distingue. El pánico es real, físico e incontrolable.
La trampa: Por qué "razonar" contigo mismo no funciona
Aquí es donde muchas personas se atascan. Intentas «razonar» con el pánico:
- «No pasa nada, relájate».
- «Confía en él/ella».
- «No seas tan dependiente».
¿El resultado? El pánico no sólo no desaparece, sino que ahora además te sientes culpable o avergonzado/a por sentirlo.
Estás intentando apagar la alarma de incendios (tu cuerpo) hablándole con calma (tu mente). Pero esas palabras no calman ese estado de alarma. Es como si tu cuerpo necesitase otra forma de comunicación para “apagarse”: necesita experimentar una sensación sentida de seguridad y eso no se consigue a base de palabras.
El impulso de "agarrarse": La raíz del ciclo Pánico-Vergüenza
Aquí es donde la Psicoterapia Sensoriomotriz® va un paso más allá. Cuando suena esa alarma de pánico, tu cuerpo no solo siente miedo: quiere hacer algo.
El miedo al abandono genera un impulso de acción físico y automático. Es la memoria de lo que tu cuerpo infantil quería hacer para sobrevivir:
- El impulso de «agarrarse» o «aferrarse» al cuidador.
- El impulso de «acercarse» y buscar contacto.
- El impulso de «protestar» para llamar la atención.
Como adultos, este impulso se traduce en:
- Llamar repetidamente.
- Enviar un aluvión de mensajes de texto («¿Estás bien?», «¿Estás enfadado/a conmigo?»).
- Buscar desesperadamente una palabra de confirmación («¿Me quieres?»).
Este es el impulso que nos mete en problemas. No porque sea «malo», sino porque es un impulso infantil en un cuerpo de adulto. Cuando actuamos desde ahí, nos sentimos «necesitados», «pesados» o «descontrolados».
Y aquí viene la segunda trampa: cuando el pánico cesa y vemos nuestra reacción, llega la ola de vergüenza. «Soy patético/a», «Nadie va a querer a alguien tan dependiente». Y esta vergüenza es la que destroza tu autoestima.
Es un ciclo agotador: Pánico (Miedo) -> Impulso de Agarrarse (Acción) -> Vergüenza (Autoestima herida).

La solución para superar el miedo al abandono en la pareja: "Hablar" el idioma de tu cuerpo
La Psicoterapia Sensoriomotriz® rompe este ciclo. En lugar de luchar contra el pánico (la alarma) o contra el impulso (la acción), aprendemos a trabajar con ellos.
El objetivo no es «dejar de sentir miedo». El objetivo es aprender a darle a tu cuerpo la seguridad que necesita, sin dar “rienda suelta” a ese impulso de «agarrarte» a tu pareja.
Aprendemos a:
- Notar la alarma: ¿Dónde está el pánico? ¿Es un nudo en el estómago? ¿Tensión en el pecho? Aprendemos a observarlo sin que nos secuestre.
- Identificar el impulso: Notar ese «picor» por coger el móvil, esa tensión en los brazos por «agarrar».
- Calmar el sistema: Usamos la respiración y pequeños gestos corporales para «bajarle el volumen» a la alarma, demostrándole a tu cuerpo que ahora no hay peligro.
- Ofrecer seguridad: Aprendemos a darnos a nosotros mismos la sensación de consuelo que buscamos fuera.
Dos ejercicios corporales para gestionar el miedo al abandono en la pareja
La próxima vez que sientas esa ola de pánico, puedes probar estos dos pasos. El primero es un «freno de emergencia» y el segundo es un «refugio interno».
1. El "Freno de Emergencia" (Anclaje para parar el impulso)
Antes de coger el móvil, haz esto:
- Detente. Literalmente, para el movimiento.
- Siente tus pies. Nota con mucha curiosidad la presión de tus plantas contra el suelo. Siente la textura del calcetín o la temperatura del suelo. Conecta con esa sensación sentida de contacto de los pies en el suelo.
- Si te cuesta tener esas sensación de contacto, juega un poco con la presión de tus plantas contra el suelo hasta que sientas bien la firmeza del contacto.
- Trata de llevar esa sensación de firmeza a otras partes de tu cuerpo: los gemelos, los muslos, las caderas.
- Nota la firmeza de tu cuerpo y la sensación suave de anclaje con el suelo o el lugar donde estés sentado/a.
- Con esto, le estás dando a tu cuerpo información real y presente de que estás contenido. Estás frenando el impulso automático.

2. El "Refugio Interno" (Darte consuelo a ti mismo)
El pánico a menudo se siente como un vacío, un agujero o un nudo en el pecho o el estómago. Ahora que has frenado, vamos a acompañar esa sensación:
- Pon una mano (o las dos) sobre esa zona. Puede ser tu pecho, tu corazón o tu abdomen. Donde sientas la incomodidad.
- No intentes quitar el nudo. No luches contra él.
- Simplemente deja que tu mano descanse ahí. Nota la temperatura de tu mano. Siente el contacto de tu piel.
- Respira «a través» de tu mano. Imagina que tu mano puede ofrecer un poco de apoyo y calidez, como la mano de un buen amigo.
Quédate así un minuto. Lo que estás haciendo es fundamental: estás aprendiendo a acompañar a tu parte asustada, en lugar de dejar que esta actúe por impulsos. Estás empezando a darte el consuelo que buscas desesperadamente fuera.

Tu miedo tiene sentido
Tu miedo al abandono no es un defecto. Es la prueba de que un día, tu sistema de alarma aprendió a protegerte de una soledad que se sentía peligrosa e insoportable.
La buena noticia es que ese miedo al abandono de tu pareja se puede suavizar hasta desaparecer. Tu cuerpo puede aprender a sentirse seguro en el presente y yo puedo ayudarte a conseguirlo.
El trabajo no es eliminar el miedo, sino construir una sensación de seguridad interna tan fuerte contigo mismo/a que el miedo ya no tenga el control. Y en ese proceso, tu autoestima empieza a sanar de verdad.







